Solo tuvo que morderle como siempre, cuando el éxtasis del momento cumbre llegó sus dientes desgarraron el cuello, y el latido acelerado por el orgasmo hizo brotar la sangre negra, llena de endorfinas, hacia su boca.
Bebió. Sin lamentar ni uno de sus latidos agónicos. Los mismos que ella había sentido tantas veces obligando a su monstruo a callar cuando le pedía que se mirara al espejo y se hiciera valer.
No paró en ningún momento, solo cuando su excitación encumbró sin ser por el miembro que sentía en su interior si no el fin del dolor que le había infringido tanto tiempo. Aquello si la llenó. Por fin había sido lo suficientemente fuerte como para tomar su persona y ponerla donde debía.
Aunque había que reconocer que su lado oscuro llevaba años sin salir, sin alimentarse, aquella sensación la embriagó como embriaga un buen coñac que es disfrutado poco a poco hasta que la mente se pierde en el vértigo de la borrachera.
Y ella se sentía libre por fin. Libre de sentir lastima por él, que en su mentira, se había tropezado una vez mas con la realidad, esa que era tan clara que resplandecía: no le importaba nada.
La confianza siempre debe ser hacia uno mismo, no hacia los demás, “more”. Cuando confías mas en los demás que en uno mismo es cuando caes en el error. Nadie debe valorar si te quiere o no. O lo sientes o no lo sientes. Y no hay mas. ( se dijo)
Y siguió limpiando sus uñas tumbada en su cama mientras el cadaver se enfriaba en el coche.
