Me devorabas. Desde antes de decirnos lo que sentíamos, la forma de mirarnos cambió.
En mi cabeza, solo pensar en esos ojos mirándome, ya fuera a distancia y nariz con nariz, me aceleran y me hacen sentir lasciva.
Tu mirada, esa que a plena luz del día o a media noche me desnudaba, de ropa y de alma, que me miraba de frente en una pregunta, desde atrás en un abrazo, desde abajo en una suplica o desde arriba cargada de intenciones, sigue desarmándome aunque solo sea en el recuerdo.
